Sinopsis
Walt Kowalski, un trabajador del automóvil jubilado, ocupa su tiempo con reparaciones domésticas, cerveza y visitas mensuales al peluquero. Aunque el último deseo de su difunta esposa fue que se confesara, para Walt, un resentido veterano de la guerra de Corea, no hay nada que confesar. Aquellos a los que consideraba sus vecinos se han trasladado o han fallecido y han sido sustituidos por inmigrantes del sudeste asiático, a los que desprecia. Ofendido por prácticamente todo lo que ve, sólo espera a que llegue su última hora. Sin embargo todo cambiará el día en que alguien intenta robar su Gran Torino del 72.
Crítica
El sentido busca al hombre
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
Cuando aún sigue en los cines su anterior película, la notable El intercambio, se estrena Gran Torino, el nuevo largometraje de Clint Eastwood como director. Se trata de un filme sorprendente, en el que el casi octogenario cineasta —tiene 78 años— reafirma sus líneas de reflexión habituales, pero las da un giro hacia la comedia y hacia un optimismo bastante alejado de los grises y ambiguos enfoques de la mayoría de sus películas como director. Se ve que al público le ha gustado el cambio, pues Gran Torino ya se ha convertido en Estados Unidos en la película más taquillera de Eastwood como director.
El propio Eastwood da vida al protagonista, Walt Kowalski, un mecánico jubilado de Detroit, veterano de la guerra de Corea, cuya esposa acaba de fallecer. Profundamente católica, la mujer manifestó a su joven párroco su deseo de que su marido Walt se confesara, pues llevaba años sin hacerlo. El pelirrojo y novato Padre Janovich se lo propone ingenuamente a Kowalski, pero éste le rechaza destempladamente, lo mismo que a las familias de sus hijos, que sólo piensan en la herencia de su madre y en la posibilidad de meter a Walt en una residencia de ancianos.
De este modo, Kowalski se refugia en su propia amargura, agravando su mal carácter y su racismo, que manifiesta con agresividad contra sus vecinos, una amplia familia procedente del sudeste asiático, y perteneciente a la etnia hmong. Hasta que un día Kowalski pilla al hijo pequeño de sus vecinos, Thao, intentando robar el impresionante Ford Gran Torino de 1972, que Kowalski guarda celosamente en su garaje. En realidad, Thao ha sido obligado a intentarlo, como rito de iniciación, por unos violentos pandilleros de su propia raza. El honesto Walt se conmueve ante la bondad de Thao, y va abriéndose a la buena gente de ojos rasgados que vive a su alrededor. A todo esto, el Padre Janovich no ceja en su empeño y los pandilleros claman venganza.
Lo primero que sorprende de Gran Torino es el decidido tono de comedia que domina durante gran parte de su metraje, y que es muy poco habitual en el cine de Clint Eastwood. La clave está en el inteligente guión del televisivo Nick Schenk, que juega hasta el final con el arquetipo de Harry el Sucio, moviéndose siempre entre el homenaje y la parodia amable. Así, la agresividad, el racismo y el aparente individualismo del protagonista depara secuencias muy divertidas, en las que Eastwood disfruta como actor, y el espectador con él. De paso, el veterano cineasta critica ciertos aspectos del American way of life —sobre todo lo referente a la defensa a ultranza de lo propio— al tiempo que elogia su inevitable interculturalismo, enriquecedor, según él, para el conjunto de la sociedad estadounidense y para cada una de la culturas que la conforman.
Esta sugerente perspectiva lleva a la película a mostrar luces y sombras en todos los ámbitos raciales que aparecen: polacos, italianos, irlandeses, afroamericanos, asiáticos… Y resulta especialmente incisiva en su varapalo al materialismo egoísta e irritante de las nuevas generaciones, representados por los pandilleros de todos los colores y por los impresentables hijos de Kowalski, unos y otros dominados por el afán de dinero y poder.
Frente a ellos, la película subraya sin complejos el valor humanizador y socializador de la religión, tanto de la etérea espiritualidad de los hmong —más bien panteísta—, como del frágil catolicismo del protagonista, explicitado a través de sus diversas conversaciones con el imberbe Padre Janovich, que vienen a continuar y completar las que tenía con su párroco el atormentado protagonista de Million Dollar Baby. Precisamente, esa visión católica de la vida va impregnando poco a poco la película, hasta sustentar el sorprendente desenlace, asentado en la aceptación serena del sufrimiento, el valor de la integridad moral, el sacrificio y el perdón; la importancia de los sacramentos —en concreto, el de la Confesión— y el poder de la oración, también a la Virgen.
Queda así una película memorable, quizá menos rotunda que otras en su resolución visual e interpretativa, pero que cabe considerar un clásico moderno, pues sintetiza con luminosa nitidez los grandes temas de fondo del cine de Clint Eastwood y confirma su firme evolución hacia un optimismo decididamente cristiano.
[Juan Orellana, El sentido busca al hombre]
Con guión de Nick Schenk, el último film del casi octogenario Clint Eastwood nos cuenta la historia de Walt Kowalski, un veterano de la guerra de Corea, que acaba de enviudar. Es un hombre intratable, gruñón y amargado, que tiene una relación muy tensa con sus propios hijos. El día que decide intervenir en una pelea entre orientales que tiene lugar en su propio jardín marcará un punto de inflexión en su vida que ya no tendrá vuelta atrás. Una película que nos hace tomarnos en serio nuestra humanidad.
Clint Eastwood ha visto la luz. Después de visitar tantos infiernos, Eastwood da el paso que no quiso dar en Million Dollar Baby. El paso redentor de llevar a su personaje hasta las últimas consecuencias de una conciencia íntegra. Y lo hace en un film de tono ligero, incluso inhabitualmente humorístico, de sencilla producción y planteamiento estético convencional.
Ahí precisamente es donde Clint Eastwood demuestra su grandeza: en la capacidad de contar una gran historia de una forma sencilla y desnuda. Incluso el personaje que él encarna es un héroe vestido de antihéroe, que no da importancia a su propia grandeza.
Gran Torino es en el fondo una historia de maduración clásica, pero en un hombre de ochenta años. Una maduración que consiste en abrir la mente y aprender de quien crees que no puedes aprender nada. Como le espeta el personaje del sacerdote católico: «Sabes mucho de la muerte, pero muy poco de la vida». Hay dos figuras clave en este renacimiento de Kowalski, el citado sacerdote -el padre Janovich-, y la joven Sue (la debutante actriz Ahney Her). Los dos saben ver más allá de la opaca apariencia del insoportable Kowalski, ambos ven su humanidad oculta, y por ello serán capaces de poner en marcha el nacimiento del nuevo Kowalski, en la línea paulina de paso del hombre viejo al hombre nuevo. Esta metáfora cristiana no está traída por los pelos, ya que al final del film los referentes iconográficos a Cristo son evidentes.
El catalizador de esta redención del personaje -redención literal en la escena del confesionario- es el joven Thao, «el Atontado» (interpretado por otro debutante, Bee Vang), un chico que encarna la maduración del adolescente. Thao es un acobardado chaval que es introducido por Kowalski a la realidad de la vida: el trabajo, las relaciones afectivas, la autoestima… y aprende de la vida y de la muerte lo que su mentor sólo reconoce al final de su existencia.
Son ya muchos los críticos que ven en la propuesta esperanzada y redonda del film un inconveniente o un defecto, como si de esta forma Eastwood se alejase de la seriedad perpleja de su cine anterior. Pero lo cierto es que el cineasta se libera de sus propias ataduras que durante años le tenían anclado a una cierta visión oscura del hombre y de la vida. Gran Torino, además de la cuestión antropológica descrita, supone una invitación a superar los prejuicios culturales que los masivos movimientos migratorios están generando en todo occidente. Una superación que, si es verdad lo que propone el film, sólo es posible si se atiende a la común humanidad necesitada que subsiste bajo cualquier tradición o capa cultural. En fin, una oxigenante y muy estimable película.
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Ficha técnica
- Título Original: Gran Torino
- Dirección: Clint Eastwood
- Guión: Nick Schenk, basado en un argumento de David Johannson y Nick Schenk
- País: EEUU
- Año: 2008
- Duración: 116 min.
- Género: drama
- Interpretación: Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, John Carroll Lynch, William Hill, Brooke Chia Thao
- Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
- Fotografía: Tom Stern
- Estreno en España: 6 de marzo de 2009