Tercera entrega de la saga que no logra sorprender o interesar lo más mínimo, salvo a los incondicionales. Todo es repetición de la fórmula: violencia brutal y puntualmente gore, bobas concesiones obscenas —alguna visualmente explícita— y toscos golpes de humor supuestamente oxigenantes.
ESTRENO Título Original: Riddick. |
SINOPSIS
Traicionado por su pueblo, Riddick es abandonado medio muerto en un planeta inhóspito donde, además de recuperarse, debe enfrentarse a feroces y desconocidos depredadores. Siendo uno de los fugitivos más buscados de todo el universo, a Riddick sólo le queda una opción si quiere seguir con vida: alertar a los cazarrecompensas activando una baliza de emergencia. La llegada de dos grupos de mercenarios le dará la oportunidad de abandonar el peligroso planeta, pero estos buscadores de dinero, entrenados y decididos a cobrar por la cabeza de Riddick no se lo van a poner fácil. Aunque ellos tampoco saben a quién se están enfrentando…
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Enrique Chuvieco – Colaborador de CinemaNet]
Las fórmulas se agotan o se desvirtúan. Lo que es un inicio nutritivo en los primeros veinte minutos de Riddick, va perdiendo condimentos a medida que trascurre el metraje y aquello torna en indigerible, a pesar del laconismo filosófico del guerrero furiano, encarnado nuevamente en su tercera entrega por el fornido calvo Vin Diesel.
Un severamente magullado Riddick (Vin Diesel, Fast and the Furious, Babylon, A todo gas, xXx, El Pacificador y las anteriores de la saga) sufre una emboscada que le deja a merced de las alimañas para luchar furiosamente por su vida. Rebrota, así, su lado más salvaje, que le fortalece para enfrentarse a los cazarrecompensas que le han localizado. Entre ellos, se encuentra Santana (el catalán Jordi Mollá) y sus secuaces. Pero no son los únicos que tienen cuentas pendientes con el solitario guerrero.
Dirigida y escrita nuevamente por David Twohy (¡Han llegado!, Pitch Black, en Cronicas de Riddick y Escapada perfecta), como en las precedentes, y con una producción low coast, en la que destaca sólo una manada de mortíferos escorpiones aliénigenas, Riddick va superando los obstáculos impuestos por el guión. Un guión contumazmente simple en el que hay confrontación de malos que no lo son tanto y donde sus artes combativas están a la zaga en comparación con las de Riddick. Para éste, Twohy ha confeccionado un perfil circunspecto, enhebrado de parlamentos sentenciosos y con algunos piropos machistas subiditos de tono -para evidenciar su lado más primate- a Dahl (Katee Sackhoff), la única mujer en este territorio de testosterona.
En este corsé impuesto por el guionista y la producción, entre ellos el propio Diesel y su hermana Samantha Vincent, son manifiestas las estrecheces interpretativas para Jordi Mollá, en el papel de Santana (a los hispanos se les reserva una importante cuota canallesca) y el resto de actores (más parecen figurantes). Mollá aparece como un malo estereotipado y cantamañanas que se deja robar la cartera por el jefe del comando contrincante.
Los escenarios, tirando a la amarillenta gama desértica, son escasos y escorados a planteamientos televisivos por su escasa profundidad y variedad, con pocos recursos de cámara, volcados en primeros planos y planos detalle de la faz, músculos y heridas de guerra de Riddick.
Tanto ajuste de costes unido a la anoréxica enjundia de los personajes y de la propia historia, consiguen desactivar la atención de los espectadores, que, ensopados en bostezos, sólo vuelven a prenderse en la pantalla con la batalla de los escorpiones aliens o en las correrías de algunos animales fantásticos. A falta de necrófagos de anteriores entregas, la fauna anima mínimamente el excesivo metraje cercano a las dos horas, que únicamente sorprende en los primeros minutos.
Con una escena de ninfas como Dios las trajo al mundo, concesión erótica al filme, no tenemos más remedio que magnificar anteriores capítulos de esta saga por pura contraposición, pues parece haber apostado por su defunción en sus modos y maneras, centrada en un Riddick ensimismado. Y poco más.
[Jerónimo José Martín – COPE]
Traicionado por sus compañeros y dado por muerto en un planeta desolado, el fugitivo convicto Richard Riddick (Vin Diesel) debe luchar contra la raza alienígena de depredadores más letal que jamás haya conocido, muy parecidos a los bichos de la saga Alien, pero con cola de escorpión. Su única posibilidad de escape consiste en activar una baliza de emergencia, lo que atrae a un variopinto grupo de mercenarios y cazarrecompensas, dispuestos a conseguir la cabeza de Riddick como trofeo. Los lideran el riguroso Comandante Vaako (Karl Urban) y el impresentable aventurero Santana (Jordi Mollà), ignorantes de que Riddick ha recuperado su condición más salvaje.
La histriónica y divertida caracterización del español Jordi Mollà es lo único destacable de esta tercera entrega de la comiquera saga fantástico-futurista, iniciada con Pitch Black y Las Crónicas de Riddick. Todo lo demás es repetición de la fórmula: violencia brutal y puntualmente gore + bobas concesiones obscenas —alguna visualmente explícita— + toscos golpes de humor supuestamente oxigenantes. Como en las anteriores entregas, el californiano David Twohy (¡Han llegado!, Below, Escapada perfecta) se pone al servicio de las machadas a lo Rambo de Vin Diesel —que para algo es también productor principal del filme— y cumple en las peleas y demás secuencias de acción; pero no logra sorprender o interesar lo más mínimo, salvo a los incondicionales.
[Mar Pons – TAConline]
Casi 10 años después de Las crónicas de Riddick (2004) el director y guionista, David Twohy, resucita a su fugitivo favorito, Riddick (Vin Diesel). Twohy no logró conquistar a la crítica con su primera entrega protagonizada por el fugitivo interestelar más resistente de todos los tiempos. Pero sí consiguió entretener a un público en busca de aventuras descabelladas en otras galaxias. Ahora, repite la experiencia para desesperación de la crítica y regodeo de la audiencia.
De esta cinta, lo único destacable son los abrumadores paisajes desérticos y la cruel fauna que, gracias a los efectos visuales, logran convertirse en personajes del reparto principal. Por lo demás, un Vin Diesel, inalterable, que puede con todo; un mercenario de poca monta, Santana (Jordi Mollà), que cubre los tópicos humorísticos del género y un cazarecompensas, Boss Johns (Matt Nable), en busca de redención personal.
El guión no es ambicioso y se centra en una historia relajada y sin giros inesperados. Todo sucede tal y como el espectador espera y a éste sólo le queda disfrutar de un buen rodaje de acción y de las fantochadas del invencible protagonista.
¡Debate esta película en nuestros foros!