Por la expectación que ha suscitado 50 sombras de Grey, hemos creído interesante publicar un artículo sobre ella de Emilio García Sánchez, que es doctor en Teología Moral por la Universidad de Navarra y profesor de bioética en la Universidad CEU Cardenal Herrera.
[Emilio García Sánchez. Colaborador de CinemaNet]
Resulta alucinante que precisamente el día de los enamorados se estrene la película pornográfica 50 sombras de Grey y que vayan a verla más de un millón de españoles en su mayoría jóvenes. Han pasado por la taquilla para disfrutar de uno de los estrenos más esperados del año. En solo un fin de semana se han recaudado 7,33 millones de euros en España. Muchos están acudiendo a ver la película por simple curiosidad o por no decir que no la han visto.
La película trata sobre los escarceos sexuales de Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan). La adaptación del primer volumen de la trilogía de novelas eróticas de la británica E. L. James lleva al público un paso más allá en el erotismo: un cuento de hadas sadomasoquista.
50 sombras de Grey se presenta en la pantalla como una fantasía sexual en la cual la protagonista Anastasia da su consentimiento por amor a un tipo de relaciones sexuales que le desagradan, y hasta se deja controlar, pues Grey decide incluso qué se pone o qué bebe. Grey es un perverso sexual con un pasado infausto. Su comportamiento erótico va acompañado de una fina sensibilidad: toca el piano y colabora con causas benéficas. Al final Anastasia se convierte en la esclava sexual de este millonario.
Desde su estreno, la película no ha parado de generar polémicas. En primer lugar en su familia. La madre de Dakota, Melanie Griffith, se siente avergonzada de su hija y ha manifestado que no irá a ver la película. En Estados Unidos ya ha habido un grupo de mujeres que se han manifestado contra la cinta calificándola de «50 sombras de abuso doméstico». El New York Post lo califica de porno blando para chicas. Otros medios la critican por hacer apología de la violencia sexual y de género. Incluso la propia actriz Dakota, tras la lluvia de críticas ha confesado a posteriori en el Daily Telegraph que no sabe qué ha hecho y que siente también vergüenza de esta fantasía sexual decadente. La directora la película Sam Taylor Johnson ha comunicado que renuncia a continuar con la saga por desavenencias con la autora del libro.
El sentido común y la experiencia confirman que ni este tipo de películas ni los libros porno-eróticos ayudan nada a disminuir la lacra social del maltrato y la violencia sexual a mujeres, la pornografía infantil, la pedofilia, la pederastia, el sexting, etc. No es una buena noticia este éxito cinematográfico para los que están embarcados en el proyecto de sacar a la familia de la crisis actual que atraviesa. Cada vez hay más casos de rupturas de novios y de gente casada por consumo de pornografía.
La pornografía daña las relaciones humanas de pareja al ofrecer una imagen de la sexualidad distorsionada e irreal. No tiene nada que ver con el amor auténtico y limpio que causa felicidad en las personas. Porque la pornografía cosifica el cuerpo del otro y le convierte en un objeto de uso sexual gratificante. Viola la dignidad de la persona, quedando profundamente herida al saberse utilizada, es decir degradada y desintegrada sexualmente.
Expertos en salud pública señalan que el consumo de pornografía está generando comportamientos adictivos como una droga más, convirtiéndose en unas de las dependencias y obsesiones menos confesadas porque su problema les avergüenza. Por su anonimato y fácil acceso, cada vez existen más ciberadictos al sexo de webs porno y chats eróticos. Este descontrol explica que haya aumentado el número de pacientes que reclaman ayuda porque la adicción acaba generándoles un trastorno de múltiples consecuencias: ruina económica, problemas escolares y laborales, ansiedad, depresión… sufrimiento, demasiado sufrimiento. Algunos acuden a la consulta cuando las llamadas a líneas eróticas o los contactos con prostitutas les han arruinado y sus parejas y sus familias les han descubierto. Otros cuando desgraciadamente han contraído sida u otras enfermedades de transmisión sexual (ETS) como consecuencia de relaciones promiscuas. Lo datos son públicos. Las ETS viven un repunte generalizado en el mundo occidental, y España no es una excepción. Solo de las cuatro más frecuentes (sífilis, gonococia, clamidias y tricomonas) se diagnostican casi 450 millones de casos anuales, según la OMS.
Alimentar el deseo sexual como si se tratara de tomarse un bombón, provocarlo y excitarlo con películas, reality shows, libros, y publicidad pornográfica, no es una buena idea para la salud sexual ni para la convivencia familiar. Nutrir las cabezas de la gente joven – como si fueran vertederos- con pensamientos, sueños eróticos e imágenes obscenas conduce a tal descontrol de la imaginación y de la memoria que ofusca la inteligencia, trastorna la concentración y empuja ansiosamente a la satisfacción de la pulsión animal más intensa del hombre. Acaban embarcándose en viajes constantes de lo virtual a lo real para experimentar nuevas emociones sexuales. Pero el peaje es muy caro y las sombras superan a las 50 de Grey. El sexo acaba enloqueciendo y desequilibrando a la persona cuando se desvincula de la razón y la voluntad. Y el peor efecto: la incapacidad para amarse a sí mismo y amar a los demás, convirtiéndote en un inválido sexual con graves dificultades para mantener una relación amorosa seria y comprometida.
El sexo es una joya muy valiosa con un potencial muy alto. Su uso y su fin más sublime y hermoso es el amor, lo acorde con la naturaleza humana sexuada. Por eso, si se corrompe, es pésimo, destructivo. Deberíamos desde distintas instancias sociales, educativas y familiares promover una mayor protección del sexo. Volver a guardarlo en el ámbito de la intimidad del amor humano, lugar de donde es mejor que no salga. Convencerse que un mundo sin pornografía es más bello y mejor.
Junto con una adecuada educación, eliminar la erotización y la excitación sexual del espacio público – de las grandes pantallas, la publicidad, internet – constituye un auténtico programa de ecología ambiental que ayudaría a humanizar las relaciones sexuales entre hombres y mujeres.
50 sombras es una basura apología del abuso, pero la pornografia a una edad adulta y con cerebro no tiene ningún problema. Uno tiene que ser adulto y saber lo que consume, de la misma forma que debe saber que el fútbol profesional no representa al deporte, y otras cosas. Uno tiene que saber utilizar y valorar lo espectacular y falso en un ámbito y lo casero y normal en otro. Para mucha gente la pornografia es una vía de escape rápido que no se traduce en maltratar a nadie, ni en ser adicto o dejarse llevar por la fantasía. Lo importante es ser adultos, cultivar la capacidad de raciocinio y de crítica y dejarse de tonterías puritanas que sí causan problemas y frustraciones.