El amor mueve el mundo, dicen, y no falta razón. Aquí en CinemaNet estamos muy a favor del romance y de compartir la vida con tu media naranja -para muestra, este artículo, este de aquí e incluso este otro-, pero no nos llevemos a engaño: celebrar el día de San Valentín como un festival romántico está bastante cogido por los pelos.
Por eso, quiero plantear aquí un tema más polémico, ¿cómo sería un verdadero cine sobre San Valentín? No sobre la fiesta absorbida por el consumismo y las cajas de bombones con forma de corazón, no. Sobre San Valentín. El santo. Ese tal Valentín al que la Iglesia decidió elevar a los altares. Buceando un poco en las crónicas históricas, resulta que una película que respetase su figura tendría más que ver con Popieluszko que con, pongamos, la cursi Historias de San Valentín.
Lo primero, ¿quién fue ese tal San Valentín?
En efecto, lo primero es lo primero. Estamos hablando de una celebración con nombre de persona, así que conviene investigar de quién es el protagonista del tema. Hemos de remontarnos varios siglos atrás, hasta esos tiempos de sandalias y legiones del Imperio Romano. Según la Catholic Encyclopedia, existen tres candidatos a ser el San Valentín del que tanto estamos hablando.
Uno sería un médico romano que se convirtió al cristianismo, se hizo sacerdote y fue decapitado por desobedecer las órdenes del emperador. ¿El motivo? Casar a los soldados bajo el rito de la Iglesia. El segundo candidato es un obispo de la ciudad italiana de Terni, que celebra el 14 de febrero su fiesta patronal. El tercer y último candidato sería Valentín de Recia, también obispo y también enterrado en Italia.
Cada candidato es de su padre y de su madre, pero todos comparten una característica: fueron asesinados por las autoridades romanas por defender su fe. Uno de estos tres mártires, por tanto, sería el iniciador de una fiesta que se celebró por primera vez alrededor del año 498 y que se repetiría año tras año hasta que, en 1969, el Concilio Vaticano II la retiró del calendario eclesiástico. ¿El motivo? Apartar a los santos con orígenes posiblemente legendarios.
En cualquier caso, ¿por qué asignamos hoy en día San Valentín al Día de los Enamorados? Según la BBC, los expertos concluyen que en la Antigua Roma se celebraban por estas fechas las Lupercales, unas fiestas paganas que conmemoraban a la loba que según la leyenda amamantó a Rómulo y Remo. El día de San Valentín, así, sería un modo de cristianizar la celebración.
Entonces, ¿cómo sería un cine realmente de San Valentín?
Con lo que hemos visto, parece claro que el cine que más se acerca al relato histórico de San Valentín tiene menos que ver con manos entrelazadas a la luz de la luna y más con amenazas de muerte y fidelidad en el martirio. Aunque -hasta donde sé- parece que no se ha rodado ninguna película específicamente sobre este santo, existen muchas otras experiencias cinematográficas que nos acercan a la realidad del martirio.
Desde la humilde Poveda al Silencio de Scorsese. De la pequeña Guardianes de la fe a la grandiosa La misión. La lista sigue y sigue: Un Dios prohibido, De dioses y hombres, Bajo un manto de estrellas, El noveno día… El cine se ha fijado a menudo en la heroicidad y el misterio de los mártires que, como San Valentín, se mantuvieron firmes en su fe. Unas historias increíbles y estremecedoras al mismo tiempo en las que, paradójicamente, no falta amor.
O, tal vez, debería hablar de Amor, con mayúscula. De una explicación sobrenatural que solo encuentra sentido en esa relación íntima con el Creador de la que hablan los santos… y que ahora -¡vaya por Dios!- me va a hacer re-plantear el artículo. Sí, porque es cierto que el hecho es muy distinto al romance empalagoso de las rom-coms, pero no deja de resultar que un cine fiel a San Valentín estaría también atravesado de amor.
¿Cómo arreglo yo ahora este lío..?
Mag-ní-fi-co.
Felicidades!!